Contra lo que se cree, la conmemoración del Día de Muertos no son resabios de la cultura indígena mexicana. Su creación proviene de la Iglesia Católica, de las celebraciones de los Todos los Santos y los Fieles Difuntos, marcados el día 1 y 2 de noviembre, respectivamente, en el calendario cristiano.
Tiempo atrás esas dos fechas estaban claramente definidas en la tradición popular pues el clero se encargaba de recordarlas mediante oficios religiosos, como la misa que realizan en cementerios.
Con el tiempo enredamos las cosas, por ejemplo, en Yucatán inventamos un día para recordar a los difuntos adultos y otro para las ánimas de los niños. Además nos acordamos de los espíritus solitarios, aquellos sin familiares que se acuerden de ellos. Después todo ello se resumió en el Día de Muertos, que cada quien celebra en fechas diferentes, eligiendo entre los días 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre.
Hace pocos años en Yucatán se adoptó la costumbre de hacer una representación donde los participantes se pintaban el rostro en forma de calavera. Y esto llegó para quedarse. Por su parte, el gobierno de Ciudad de México creó el Desfile de Catrinas o Desfile del Día de Muertos, el cual trajo elementos nuevos que ya no se irán. Este año esa parada, convertida en atractivo turístico, se suspendió debido a la pandemia.
Hace unos 15 años a historiadora Elsa Malvido, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, nos recordó que el origen del Día de Muertos tiene raíz en la Europa medieval, son costumbres católicas y profundamente jesuitas, incluso de raigambre romana. "Pero de ninguna manera, como se nos quiere hacer creer, representan resabios de la cultura indígena mexicana".
Las fiestas de Todos los Santos y de Fieles Difuntos son rituales creados Francia, en el siglo X, por el Abad de Cluny, quien rescató la celebración en honor de los macabeos, familia de patriotas judíos reconocidos como mártires en el santoral católico. Eligió para ello el 2 de noviembre. Así nació la conmemoración de los Fieles Difuntos.
Elsa Malvido ( Foto tomada de internet)Y dispuso que el día anterior se recordara a los santos y mártires anónimos, aquellos que no poseen nombre ni apellido, ni celebración en el calendario ritual católico. Así surgió la conmemoración de Todos los Santos.
¿Y de donde vinieron las tradiciones de trazar un camino de flores de cempasúchil, poner un altar con ofrendas de viandas, adornar papel picado con calaveras, flores y otros motivos tradicionales y comer dulces de azúcar en forma de cráneos o panes que simulan huesos?
También de Europa, las trajeron los españoles, dice la investigadora.
El día de Todos los Santos las iglesias colocaban un altar donde exhibían sus correspondientes reliquias de santos (fragmentos de huesos, tierra de la sepultura de estos o de la ropa que portaban) pues aquellas eran consideradas intermediarios entre el hombre y Dios.
En esa fecha los católicos recorrían iglesias para orar ante esos altares y ganar indulgencias. El último punto de la caminata era la Catedral Metropolitana, donde compraban panes o dulce de azúcar con forma de reliquia y la llevaban a casa para colocarla en una mesa junto con frutas y una imagen del santo familiar. Ese es el origen del altar de muertos.
En Sicilia, Italia, además de colocar el altar de muertos se cree que los parientes visitan el hogar y traen juguetes para los niños. Es costumbre religiosa proveniente de antigua tradición romana.
En el norte de España, en Galicia, en la cena del 31 de diciembre, la comida se deja en la mesa para que vengan los parientes a comer, lo que también es una tradición romana incluso más antigua que la anterior.
En opinión de la investigadora, intelectuales de los años 30 inventaron la leyenda de que estas celebraciones eran prehispánica.